domingo, 9 de marzo de 2008

"ABSOLUTISMO INGLES"

"EL ABSOLUTISMO INGLES"



De entre los conflictos de orden interno que se dieron durante el reinado isabelino, habría que destacar el espinoso asunto de María Estuardo, la reina de Escocia, que buscó refugio en la Corte inglesa al tener que salir de su país huyendo de la sublevación general allí originada en 1568 y que finalmente acabaría siendo ajusticiada en 1587, dejando tras de sí un largo y enmarañado proceso contra su persona, ya que fue acusada de conspirar contra la reina, de favorecer la causa católica y de connivencia con la revuelta de la nobleza norteña de 1569-1570, tan ferozmente reprimida. Fuesen o no ciertas algunas pruebas que la presentaron como culpable del delito de alta traición, estaba claro que la estancia de María Estuardo en Inglaterra, a pesar de su confinamiento y de la vigilancia extrema a que fue sometida, supuso un continuo peligro de inestabilidad política y religiosa para el gobierno de Isabel. El problema representado por María Estuardo tardó bastantes años en resolverse, pero al final se solucionó de forma dramática con la eliminación física de la que había sido soberana escocesa, método violento al que se recurrió en múltiples ocasiones por el poder central para deshacerse de sus enemigos y para abortar todo intento de sublevación o de contestación a la Monarquía isabelina.
El absolutismo inglés apenas se vio limitado en esta época por el Parlamento, sumiso y plegado a las directrices reales y escasamente proclive a reivindicar mayores cotas de poder. Convocado en una docena de ocasiones, manifestó su aceptación de la política regia aunque hacia el final del reinado se escuchasen algunas voces disconformes. Menos crítica que la de los Lores, la Cámara de los Comunes dejó traslucir su satisfacción por la situación general del país, agradecida en buena parte de sus componentes por el desarrollo económico alcanzado y por el grado de bienestar del que gozaban. Al igual que estaba ocurriendo en otros ramos de la Administración, tampoco las finanzas del Estado experimentaron transformaciones sustanciales, sumándose a los ingresos percibidos por los dominios de la Corona, por las rentas feudales y por los derechos aduaneros los procedentes de las confiscaciones, mayormente de las realizadas en la década de los sesenta, y los emanados en general de la expansión comercial que tantos beneficios estaba generando no sólo a los particulares sino también a las arcas del Tesoro. La contrapartida más apreciable fue el aumento de los gastos bélicos, ya que la mayor intervención de Inglaterra en los conflictos exteriores hizo que el coste de la guerra se dejara sentir con una intensidad creciente en las finanzas públicas, aunque no llegó a convertirse en un lastre tan pesado de llevar como les estaba suponiendo a otras potencias occidentales, caso de España por ejemplo.

Las mayores dificultades le vinieron a la Monarquía por el problema religioso, que desde el reinado de Enrique VIII tan presente se encontraba en la vida inglesa. Poco a poco se vio claro que la reina se decidía por apoyar la reforma anglicana, posición algo intermedia entre el catolicismo y el calvinismo que hasta entonces se habían disputado el reconocimiento oficial del poder real. Conservando algunos aspectos de la liturgia católica y tomando principios dogmáticos cercanos al calvinismo, la causa anglicana se confirmó como la religión del Estado inglés, teniendo para ello que vencer una serie de resistencias, provenientes casi siempre de los sectores católicos (eclesiásticos y civiles), y posteriormente también que reprimir los conatos internos de rebeldía representados por el avance del puritanismo, tan crítico con la jerarquización de la Iglesia y radicalmente opuesto al mantenimiento del cuerpo episcopa.
osneli palacios rojas
n.l:39
http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/1727.htm











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